Qué mono y qué curioso ese Calico al que Nintendo dio paso en su Indie World Showcase de finales de 2020. Y unos minutos más tarde ya estaba en la eShop esperando a nuevos emprendedores que se animaran a tomar las riendas de un café de gatos echado a perder y fueran capaces de devolverle todo su esplendor. El nuevo estudio Peachy Keen Games tenía toda nuestra atención, pero aún debía ganarse nuestro respeto.
Para empezar, qué decepción comprobar que eso de llevar el local no era del todo manual. Los clientes pasaban de vez en cuando por la tienda a comprar algo, pero no hace falta que estés presente en ese instante porque no hay hay ninguna mecánica de simulación. Cuando apareció en el Indie Direct parecía que iba a ser mucho o, al menos, un poco más complejo. Te lo pasarías mejor si tuvieras que poner precios, crear una carta de bebida y comida equilibrada o decorar con estilo para asegurarte la clientela.
Pero no, aquí el gameplay se limita prácticamente a charlar con la gente de la ciudad y a completar las misiones que encargan. Son recados que se van repitiendo mucho y que casi siempre implican una única tarea, como puede ser hacer una receta o conseguir un mueble nuevo para el establecimiento. Admito que el diálogo estaba gracioso y que los personajes tienen su toque, pero es muy aburrido ser su recadero y no hay absolutamente ningún reto en seguir indicaciones bien claras.
Al menos, Calico te da acceso a un buen repertorio de objetos con los que tener la cafetería bonita. Estás divididos en temáticas como pueden ser miedo, nubes, mono... y entre las mesas, sillas y puffs corrientes han metido también camas de gatos, juguetes y otros elementos decorativos con toque felino. Al ir completando los encargos, el listado de ítems va creciendo, lo que al final se convierte en la verdadera razón para hacer caso a la gente y avanzar, la recompensa.
Porque en la parte creativa, este estudio va bien. Han escogido una representación que recuerda un tanto al Okami de PS2, que es mucho decir, y la han aplicado con criterio a un mapa que respira variedad visual y cohesión entre las áreas. La zona inicial es un pueblo con cerezos en flor, después va una ladera de una montaña cubierta de nivele y hasta puedes llegar a una ciudad habitada por gatos antropomórficos. Y sus melodías son un premio final.
El anunció remarcó un aspecto que después queda en segundo plano durante la partida, y es la posibilidad de hacer amistad con animales e invitarles a ser parte del negocio. También hay un apartado de cocina a base de minijuegos en el que te encojes y te pones a lanzar ingredientes a un bol que está delante. Al principio es entretenido, pero como no evoluciona acaba cansando pronto. Además, aquí tampoco hay reto, pues no hay límite de tiempo y si fallas el lanzamiento te lo da por bueno.
Pero lo peor de Calico es que parece descuidado y, alguna vez, hasta un poco roto. Hay ralentizaciones de framerate constante y glitches tontos, como que algunos animales se queden atascados en los entornos sin más. Una vez no me funcionó el botón de continuar del menú principal, y en los archivos de guardado no estaban la fecha y la hora. Como tampoco hay guardado automático y en el manual no te deja elegir una ranura, es un lío. De hecho, llegué a pensar que no se estaba guardando nada de nada.
Puede que sea un concepto muy original y eso se valora, pero tiene defectos por todos lados y eso no se perdona. Más allá del aspecto, aparece un juego que no es lo que parece, excesivamente simplificado y sencillo, en el que no puedes hacer demasiadas cosas y, las que haces, son repetitivas. Solo la decoración y el aspecto mantienen el espíritu un poco alto, pero el resto de Calico no da para recomendarlo.